divendres, 25 de febrer del 2011

EL MEJOR DÍA DEL AÑO

Hoy es un día precioso. Aunque llueva. Aunque haga un frío del carajo. Aunque haya ido a tráfico. Aunque haya invertido la otra media mañana en averiguar por qué hacienda no me ha ingresado mi devolución de la renta aún. Aunque me haya enterado del por qué. Aunque los israelíes digan que el asalto a la flotilla fue legal. Aunque nos cueste 12000€ que nuestros políticos no entiendan las lenguas oficiales del estado que gobiernan. Aunque el camino a la democracia del mundo árabe deje un rastro de sangre. Aunque el número de internautas del mundo sea el doble del de las personas que pasa hambre, aún. Aunque los ayuntamientos te cobren recargo desde el primer día en el que te retrasas en un pago y ellos puedan tardar más de un año en pagarte una factura y no pase nada. Nada. Aunque cierren las cajas de ahorros y con ellas sus obras sociales.
A pesar de la que está cayendo, hoy es un día precioso.

Hoy es 23 de febrero y hace dos años nació mi niña. Ese ser que me da la vida cuando sonríe y me la sigue dando cuando no lo hace. Esa a quien echo de menos nada más subirme a la bici camino de qué más da dónde. Siempre es lejos. Ese que hace que el abrazo entre su madre y yo aún sea cada mañana más fuerte.

Mi niña. Razón suficiente para seguir, para soñar, para decir, para vivir.

Razón suficiente para reír, para ser feliz.

Feliz miércoles. Feliz vida.


dimarts, 23 de febrer del 2010

PALPITARES












Subiendo al colegio he visto las primeras flores de almendro mientras la lluvia volvía a caer sobre ellos.

La flor de almendro provoca siempre una sensación calma y especial, trae un ánimo a seguir –ya viene lo bueno, parece decir– trae a la boca el recuerdo del dulzor de las almendras verdes (aunque nunca nos acordemos que las hay amargas y que si te empachas de almendras verdes lo pagarás sentado con música de bajo fondo).

Y con esa sonrisa que dan las cosas sencillas y geniales, he vuelto a casa, en silencio.

Chumbún, chumbún se oía chumbún, puchumbún dentro de mí.

Hoy, 23 de febrero, día en el que muchos celebran el intento de holocausto fallido del infame de turno (olvidando a veces pelear por los holocaustos vigentes), yo celebro que hace un año nació mi niña.

Hace un año algo en mí dejó de palpitar y comenzó a tocar, cambió el ritmo, las formas, las ganas y comenzó a tocar. Comenzó a afinarse mientras aprendía la melodía nueva del amar sin precedentes. Comenzó a tocar a los cuatro vientos con todas sus fuerzas, tocando hacia sotavento para que la música se oyera por doquier: tierra, aire, agua y fuego.

Y en esas estamos, bailando al ritmo que marca la vida compartida con un bebé que cada vez es menos bebé y crece por días y por sueños y por las preguntas que “a su forma” hace y las conclusiones a las que “a su forma” llega y por los sonidos que utiliza y que cada vez son más, por no salirse del pasillo al andar, por regalarnos una sonrisa cada mañana, a nosotros y a sus amiguitos, y a la familia... mi niña, un bebé muy chiquitín que puede hacer cumplir los sueños más grandes. Unos ojos que siguen descubriéndome, descubriéndonos, otra forma de mirar el mundo; ese mirar buscando, queriendo ver, queriendo saber, soñando los por qués y trazando puentes entre el deseo y lo real. Qué fácil es trazar un puente cuando eres bebé, qué fácil es salvar obstáculos para seguir disfrutando. Cada nueva esperanza que sentimos nos hace ver de manera distinta el pasado. Qué lejos queda...

Por suerte, su madre y yo, aunque nos pisemos de vez en cuando, aunque a veces nos apeteciera sentarnos a descansar, mantenemos el paso de baile firme y creativo en esta maratón de danza que es la vida. He aprendido que estar con aquello que me gusta es suficiente.

Chumbún, chumbún, purumbun bumchumbún. Hoy el corazón, todo yo y la vida, somos una fiesta.

Una fiesta que quiero compartir y agradecer, una alegría compartida se transforma en doble alegría; una pena compartida, en media pena. Compartir aquí y donde esto llegue y agradecer a su madre, siempre ahí, y a ella, claro.

Disculpad, voy a seguir bailando... y trabajando...

Salud y sueños bonitos. Abrazos a capazos.








dimecres, 25 de febrer del 2009

FELIZ



El 23 de febrero es uno de esos días que a uno le vuelven provocar mucha felicidad, aunque parezca una paradoja, pero sí, a partir de ahora será un día grande para recordar y para olvidar el pasado.

Sabes, nació mi niña Leire, y os lo cuento hoy porque no he podido antes.
Hoy, más tranquilas-os en casa, es un día de esos que, cada año que pasa, uno se da cuenta que es más importante porque más importancia toma cada día que falta por pasar, sin llegar a discernir con absoluta claridad qué es más importante, si el tiempo vivido o el que queda por vivir. Y tan grato es mirar hacia delante como mirar hacia detrás. Recordar y soñar.
Leire nos enseñará, sin querer, que lo importante es precisamente eso: mirar.

Tratar de mirar la vida y el mundo con ojos de niña es recobrar un poquito la cordura. Y sí, creo que desde hoy recobraremos poco a poco la mirada. Se centra y hace zoom para acercarse donde debe, con función macro para no emborronar la imagen y se aleja para captar los paisajes a lo grande, como merece la vida, y sin perder detalle.
Y recobrando la cordura uno recobra sus riendas, y su sonrisa, por dentro y por fuera.

Pero ¡ah!, todo eso, por suerte, no lo hace uno solo.
Tengo otra suerte, ni mayor ni mejor, sino otra más, otra distinta y no; que apaga miedos, que luce en la noche; que reconforta en el día; que sujeta escaleras para que uno no caiga, o pierda, por lo menos, el temor a caer; o cuando están muy altas las cuerdas, sube ella. Ella, que es Mª José, también me hace y provoca sonreír, para compartir mucho más allá de la boca. Mucho más allá que la risa. La vida.
Si a alguien le debo la fuerza con la que agarro mis riendas, es a ella, mujer y ahora también, madre. A ella le dedico esta noche en la que, feliz, el viento sopla, pero no puede ni podrá arrancar las estrellas que alumbran mi vida.

Que tengáis un feliz día. Salva.